
La prostitución social rasga la dignidad, aniquila la
capacidad de pensar, arruina las potencialidades humanas. Es un tema
espinoso, difícil, prohibido, tabú de tabúes, evidente y oculto,
vergonzoso, que provoca silencios dolorosos por la pesada cultura de
doble moral e hipocresía socializada. Suele escandalizarnos las mujeres y
hombres que venden su cuerpo para sobrevivir o llevar una vida distante
de las duras necesidades que impone la miseria educativa, moral,
intelectual a un mundo saqueado, asaltado por propios y extraños. Vemos
con una óptica superficial, incomprensiva, injusta, distorsionada el
deprimente espectáculo en las zonas de tolerancia que miles de mujeres
provenientes de regiones de miseria extrema se exponen en la calle,
prostíbulos, casa de cita, negocios de masajes, sitios de internet, y
otros recursos al oficio más antiguo. Pero el fenómeno de la
prostitución es exclusivo de ese escenario que contradice la esencia de
una sociedad humana. No se limita a esa imagen grotesca, caricatura de
una sociedad decadente y podrida. La prostitución es patética,
destructiva, grave, infame, criminal y corrosiva del cuerpo social que
llegó muy lejos el daño en este campo opresivo, que nos exhibe dramas y
tragedias del ser humano como parte del cuerpo social.

Este cáncer social golpea el eslabón más débil, mujeres,
niños y niñas víctimas favoritas de la violencia de la desigualdad,
pobreza (contranatural y provocada), el machismo, la mujer que carece de
mínimos derechos humanos, oportunidades básicas, de instrumentos de
movilidad, educación, trabajo, respeto a su dignidad por una sociedad
del poder y gobierno siervos controlados por sátrapas.
Prostitución es que los que tienen voz y eco social
callen la creciente explotación humana de un sistema que privilegia la
manipulación, la ignorancia, el capital, el poder, el abuso, la
desigualdad y la concentración del poder, la riqueza y la cultura como
regla de convivencia opresiva y opresora.
La prostitución política es traicionar la calidad, el
valor y la vocación humana de servir, por la ausencia dramática de
educación, desvirtuar la idea de servicio humano particularmente de
elites de gobernantes, “un político pobre, es un miserable” resumió un
vecino. La prostitución es directamente proporcional a la producción de
demagogia, el prometer hipnotiza, engaña, pero no empobrece. Ser rameros
de la vida colectiva es traficar con la voluntad de desesperados
hambrientos, negociar con despensas, amenazas, falsedades, ilusiones. Es
comprar votos y prostituir la democracia, la libertad la idea de
progreso. Prostitución es explotar y lucrar con la ausencia de memoria,
de ignorancia absoluta de la historia, una sociedad hambriento de todo,
desesperada en la oscuridad, confundida, desorganizada por los medios
electrónicos, que cada sexenio lo asaltan con la ley del garrote en la
mano, esta ley del más fuerte, la que presiona más y machaca mentiras
grandes y pequeñas hasta convertirlas a fuerza de repetirlas en
“verdades programadas” y decisión manipulada.
Es prostitución los subsidios multimillonarios en
beneficio del sistema político de partidos, los privilegios a la
corrompida clase política. El aparato de procuración de justicia, es la
más suculenta tajada que deja al campo de los profesionales de la
“aplicación” de la ley. Donde el que más dinero invierte en sobornar
voluntades, comprar influencias y aceita la maquinaria, arrebatando el
beneficio de la ley. El poder dinero, distorsiona e inventa pruebas y
falsas evidencias.
Es también el caso del profesionista que con cursos
universitarios de ética, y con conciencia de lo que hacen u omiten,
traicionan el elemental sentido de equidad y transparencia, el contador
que ayuda a evadir impuestos, el administrador que crea empresas
fantasmas para desviar dinero, el médico que sin necesidad aplica
cirugías, o expone su negligencia en pacientes que finalmente fallecen o
enferman más gravemente o el ingeniero que sustituye el cemento con
plastilina. Hay prostitución en los liderazgos de sindicatos que
traicionan a sus agremiados, que venden su fuerza de trabajo a la
tercera parte de lo que deberían de pagarles de salarios y prestaciones.
Eso explica la (inexplicable por medios decentes) riqueza, los abusos y
excesos de los jerarcas sindicales que vemos en nuestra fauna de
gremios, aliados a los patrones, al gobierno.
La peor de las prostituciones es la de los políticos,
que lucran con la representaciones de los grupos sociales, porque en su
afán de poder olvidan sus compromisos y traicionan la prometedora idea
de mejorar la vida de los más vulnerables, cuando llegan al ejercicio
del gobierno, venden el alma al diablo, sea éste el hampa y crimen
organizado, grupos de presión, financieros padrinos y los poderes
fácticos.
M.C. Héctor Ramón González Cuéllar