Los diez mandamientos del corrupto
“Una sociedad corrupta apesta, y que aquél que
permite la corrupción no es cristiano, sino que también apesta”. La corrupción
es la madre de toda familia que se encuentra involucrada en la llamada en el mundo
bajo y sucio, como “POLÏTICA”.
1. La negación
Toda acusación vendrá acompañada de una negación inmediata de la misma por
parte del acusado. El buen corrupto negará su condición hasta la saciedad ante
la sociedad. Basará su negación en la presunción de inocencia y seguirá negando
su culpa aún condenada mientras la condena no sea firme. Porque el buen
corrupto nunca lo ha sido, ni lo es, ni lo será, según él mismo.
2. El
recurso
El buen corrupto presenta recursos, nunca dimisiones. Y si lo hace, si dimite,
el gesto jamás será interpretado como de arrepentimiento si no como una manera
de “obtener tiempo para poder defenderse” o para evitar “que se utilice la
imputación contra su partido”. Por el contrario, el buen corrupto presentará
tantos recursos como la ley le permita. Habiéndose agotado todos éstos, el cum
laude del corrupto será solicitar el indulto a la Justicia, tal y como ha hecho el corruptus
maximus, en nuestro país, estado y ayuntamiento o comunidad.

3. Los
errores (administrativos)
El buen corrupto jamás reconocerá un delito, como mucho admitirá “errores
administrativos”. Porque errar es humano y solo hierre el que trabaja. Porque
“todos nos equivocamos” alguna vez y “¿es que usted no se equivoca nunca?”. Un
error administrativo, a diferencia del resto de errores, no tiene responsables
en la cosa pública; se diluye inevitablemente en el marasmo de la burocracia.
Es como un ente fantasmagórico que recorre los pasillos y despachos de la
administración. Nadie lo ha visto nunca, pero todos aseguran que está ahí,
desde el inicio de los tiempos.

4. Las manos
limpias
En este mandamiento se refiere el buen corrupto a su condición de impoluta
honorabilidad, a su moral prístina y cristalina. No vano se usa el cristal como
símil de la transparencia y limpieza: manos limpias (más que el “agua a chorro
limpio”) y bolsillos cristalinos. Quizá no se dé cuenta el buen corrupto al
expresarse así que la frase tiene reminiscencias bíblicas de significado
contrario. Porque esas manos limpias también se refieren al enjuague de Poncio
Pilato, al lavado de las mismas ante los problemas; El problema del abuso de
este mandamiento es que, cuanto más se recita, menos se lo creen a uno.
5. La mano
negra
A diferencia de las manos anteriores, estas no pertenecen al buen corrupto si
no a su archienemigo en la sombra, ese que mueve los hilos con una maldad
sobrehumana para arruinarle la vida porque disfruta con ello. De este modo, la
mano negra persuadirá a policías para que investiguen y detengan, manipularán a
jueces para que juzguen y condenen. Como es obvio, tal mano negra solo existe
en la mente del buen corrupto y sirve para despistar la perdiz delante de la
opinión pública. Funciona durante un tiempo, pero al final aburre por exceso.
Hay veces que el propio buen corrupto se cree la existencia de esa mano negra.
En estos casos se trata de una patología.
6. Los
técnicos
Si las medidas anteriores no funcionasen, existe este otro mandamiento basado
en el absoluto desconocimiento (llámese supuesta ignorancia) de la materia por
la que el buen corrupto está siendo juzgado: echarle la culpa a los técnicos.
“Yo no soy catedrático de derecho”, “yo no soy arquitecto”, “yo no soy…”.
Cámbiese el sustantivo por cualquier otra profesión y el buen corrupto habrá
volcado toda su culpa sobre el desprevenido funcionario de turno. Los mismos
funcionarios que, en Melilla y según los sindicatos, se sienten atemorizados
cuando tienen que firmar documentos poco claros, presionados por el tiempo, políticos
irresponsables y editores sin escrúpulos. ¡Pobres técnicos del Ayuntamiento,
que estáis más capacitados intelectual y moralmente que quienes os mandan!
7. La
Justicia (con mayúsculas)
Al iniciarse la instrucción del proceso por el que está imputado, el buen
corrupto empezará sus ataques verbales contra la justicia siempre la con misma
frase: “respeto a la justicia”. Miedo da cuando empiezan sus frases así;
¡tiemblan las Torres V Centenario, reverbera en las salas del TSJA, chirría en
las puertas del TS! Para el buen corrupto hay dos justicias: una se escribe con
minúsculas y la otra con mayúsculas. La diferencia está clara. La de minúsculas
es la que dicta sentencias en su contra y la otra, la que dicta sentencias a su
favor (o sobresee los casos, que para el caso es lo mismo). Dejemos las
mayúsculas para después del punto y los nombres propios.
8. La
difamación
Para el buen corrupto todo forma parte de una campaña de difamación contra su
persona, una persecución por intereses partidistas o personales. “Quieren
conseguir por los tribunales lo que no han conseguido por las urnas”, suele ser
una de las frases más usadas por los buenos corruptos en el ejercicio del
poder. Para defender su honor, el buen corrupto se defiende atacando; “se acabó
lo de boxear con una mano a la espalda”. Y, venga, a repartir mamporros
(denuncias) a diestro y siniestro. Recibe cualquiera que pase por allí, todo
sea por el honor del corrupto. En ocasiones, estas denuncias no tienen
fundamento y se quedan en simples fuegos de artificio de cara a la galería.
9. Causa
general
Cuando el buen corrupto no está solo en su calvario, si no que forma parte de
una extensa comunidad de buenos corruptos, la victimización individual se
convierte en causa general. Expone su Via Crucis sin pudor ante la opinión
pública, para tratar de mostrar la persecución que está sufriendo. “¡No
entiendo qué tienen contra mí!”. Desempeñan tan perfectamente su papel que
incluso hay algunos que se lo acaban creyendo, interpretándolo incluso delante
de los suyos.
10. Los
otros
El último mandamiento, estrechamente emparentado con los dos anteriores y con
el quinto, es la huida hacia adelante en la Pasión del buen corrupto: Los
corruptos son los otros. Mientras el dedo de la justicia los señala con
severidad, ellos tratan de desviar la atención apuntando con el suyo a otras
personas. De este modo, catalizan la victimización acusando al adversario de
los mismos delitos por los que se les investiga a ellos. Del “yo no he sido”
pasan al “ha sido él” y al “y tú más”. En cero coma.
Si han llegado hasta este décimo mandamiento de la corrupción, queda por añadir
que cualquier parecido con la realidad es pura congruencia, supuestamente,
claro.
Digan NO a la complicidad, NO a la impunidad, NO al miedo, Despíerta y defiende tus derechos.