miércoles, 6 de julio de 2016

La corrupción fenómeno cultural de la política Mexicana




La declaración del presidente mexicano E. Peña Nieto calificando a la corrupción como fenómeno cultural, da a entender que hay que resignarse a vivir con ella, que es inevitable e imbatible. Luchar contra una traza cultural es ir a derrota segura. Entonces una depuración del aparato público de corruptos es imposible, no habrá quien pueda cerrar las puertas de las cárceles. El encargado de la Secretaría de la Función Pública con desfachatez e indolencia le secunda “La corrupción no es grave”, pero si es lo que tiene a México en boca de todo el mundo, textualmente.

No es grave, como en los Estados Unidos que hizo caer a Richard Nixon; en Inglaterra al ministro Chris Huhne; en Francia al ministro Hervé Gaymard cuando se supo que tenía una lujosa residencia por encima de sus ingresos, En Brasil hizo caer al Presidente F. Collor de Mello, ahí mismo ayer arrestan al expresidente de Petrobras. ¿Y en México? tuvimos un Presidente de “la renovación moral de la sociedad” como si ‘esta fuera un objeto renovable cualquiera. Simplemente se tiene o NO moral. Obviamente, no se renovó ni la deontología de la función publica.



Aceptar a la corrupción mexicana como invariante normal del mexicano, parte de la afirmación ridícula, de que es un estado perenne o congénito de todos ustedes. Es falsa, nada que ver con un síndrome o un código genético. Es tan o más corrupto un Mexicano que un Hindú. Les recuerdo el fracaso del “genoma del mexicano” que tanto ruido hizo hace un sexenio. Nadie nace corrupto, simplemente aprende a serlo en cierto ambiente más que en otro, en una sociedad más que otra.

Tampoco explica lo cultural de la corrupción decir que inoculada por los conquistadores, que entre otras monerías, eran muy corruptos o, la descomposición histórica de la colonia. El argumento se teje más o menos por episodios parecidos. La Reyna Isabel legalizó la piratería, por cada barco atacado se daba a la Corona un pago llamado “patente de corso”. Los piratas eran “corsarios” con permiso a delinquir.

De entonces hay una delincuencia permitida oficialmente. En derivación la autoridad novohispana hizo un manual de conducta; “acátese pero no se cumpla” a las exigencias del reino. Por su parte el indígena conquistado, esclavizado para sobrevivir en autodefensa, al margen de la ley, se rebelaba subrepticia y silenciosamente ocultando información sobre ciertos alimentos, plantas medicinales y tradiciones. En la actualidad muchos se gobiernan por usos y costumbres.

La parte mestiza, expoliada por los diezmos e impuestos no acataba a la autoridad, usaba el soborno en contra de imposiciones arbitrarias e injustas. Según este enfoque, debatible e inaceptable, somos corruptos por culpa histórica de nuestros ancestros.

Sin embargo la cultura política corrupta mexicana SI TIENE tradición histórica: “Mi nombre será siempre recordado por los mexicanos”, Antonio López de Santa Ana; “Ese gallo quiere maíz”, Porfirio Díaz; “Nadie aguanta un cañonazo de 50 mil pesos”, "La moral es un árbol que da moras", “Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”, “Soy menos ratero porque nada más tengo una mano”, Álvaro Obregón. La palabra: carrancear o carranquear era robo vil a la población civil por las tropas de Venustiano Carranza. El insurrecto al tomar un cargo público dice “me hizo justicia la revolución”. "El que se mueve no sale en la foto", Fidel Velázquez; "Soy gobernador, no bombero”, Miguel Alemán; “Un político pobre es un pobre político”, Carlos Hank; “¿Y YO por qué?", Vicente Fox a solicitud de aplicar la ley para resolver problemas; “No traigo cash", Ernesto Zedillo a vendedora ambulante; “Sí es mi voz
pero no soy yo”, Mario Marín (goberprecioso); "Haiga sido como haiga sido", Felipe Calderón, a su triunfo en la elección presidencial. Estas y otras frases compiten en el lenguaje político al mentir, justificar ineptitud y la corrupción.

La corrupción política invadió los poderes del Estado y la administración pública en esos poderes, a todo nivel se toleran formas de corrupción a cambio de favores, protección e impunidad. Y con prosapia histórica se institucionalizó. No hay derechos, solo favores. Hay puestos más rentables que otros (M. Weber). Por ello los trámites son engorrosos y lentos para obtener sobornos. Sin el aceite de la corrupción nada funciona en México, sostienen intelectuales como S. Huntington de Harvard, con quien están de acuerdo muchos mexicanos porque es muestra de la picardía, astucia e ingenio para engatusar al prójimo, dicen. Como no funciona el Estado de Derecho y sus instituciones, la corrupción es la alternativa para que la gente pueda desarrollar sus actividades. Y la clase media mexicana acepta a los corruptos con naturalidad. Si alguien pregunta sobre el puesto o patrimonio de alguien, la respuesta es, el dueño es diputado, hijo de gobernador o delegado federal y se acepta sin un juicio social.

Los corruptos viven entre nosotros, las escuelas aceptan a sus hijos, son invitados distinguidos en fiestas, nos asociamos en negocios y en familia con ellos. No solo estamos contentos con que nos roben, sino los tratamos como figuras a emular. Que deberíamos repudiar como principio. Esta tolerancia e indolencia es tragedia nacional.


La corrupción gobernativa, NO SUPONE la corrupción social, a pesar de la importancia que tiene, de su repercusión sobre el comportamiento de los ciudadanos y la práctica extendida inmoral de los “servidores públicos”. NO SE VALE hablar de correlación, entre la moral de los individuos en general, con la ética de quienes ejercen cargos públicos por el solo hecho de que éstos vienen de, y son parte de la población. NO APLICA la “corrupción somos todos” de José López Portillo. A pesar de las leyes injustas, del carácter artificial y absurdo de la impartición de justicia, del nivel de pobreza, de la vida insalubre, del abandono de proyectos educacionales masivos y de las grandes asimetrías sociales injuriosas, todavía no tenemos una sociedad corrupta.

La corrupción es un fenómeno metódico de intercambio de intereses económico-políticos a través del cual los gobiernos toman decisiones abigarradas, oscuras, confusas e irracionales para el vulgo. Donde la discrecionalidad (enemiga de la honestidad) fragmenta y multiplica reglas burocráticas para incrementar la oportunidad nociva. La corrupción se encuentra en varios ámbitos de gestión: En el reparto de los puestos de designación y el usufructo de sus beneficios; en las trampas para obtener sentencias millonarias por despidos o devolución de impuestos; en la asignación de contratos de obras públicas o de compras gubernamentales; en los actos de autoridad otorgando concesiones, licencias o permisos de toda índole; en la transferencia de recursos públicos vía subsidios o programas de asistencia, cuya multiplicación equivale al monto de los beneficios políticos y monetarios que los funcionarios públicos obtienen; en la gestión de ventanilla, en el contacto directo con funcionarios para un servicio, incluyendo los que dicen ofrecer seguridad o procurar justicia; en el uso del cargo para obtener fíat, reconocimientos científicos, artísticos, académicos y premios de cualquier tipo.

Recapitulando; La Corrupción es el abuso de una posición de poder público en busca del provecho propio. Es producto de la cultura política mexicana. La reproducción de tales actos son resultado de la madre de todos los males mexicanos: LA IMPUNIDAD. La incapacidad del aparato jurídico para impedir el abuso del poder en provecho personal. La ley, en las
autoridades responsables de su cumplimiento es negociable y situacional: no se aplica al parejo para todos, sino que su eficacia depende de las circunstancias y de los individuos en cada caso, confirmando el abuso del poder.


Una vez que se reparten los puestos sometidos al veredicto de las urnas inicia el botín: la distribución de los puestos por cada cargo ganado en la elección o en el apoyo para ganarla. La política en México, es como dice J. Habermas es manifestación del poder burocrático (número de puestos y monto del presupuesto público). Para obtener un nombramiento en México, la cercanía, la amistad, la lealtad y el intercambio de favores prevalecen sobre el mérito y las competencias.


Una vez obtenido un puesto, el funcionario emplea los medios a su alcance para permanecer en la nómina, en el presupuesto y en la política. Formar parte de la comalada sexenal de nuevos ricos.

Los medios de interiorización, socialización, cooptación y movilidad en la simbología de la corrupción cultural política son varios; 1) Las relaciones familiares y el parentesco cumplen una práctica de socialización política en la formación, en la adopción de valores y comportamientos políticos del sujeto. Los matrimonios influyen en la circulación y reproducción de la llamada familia revolucionaria, que concibe al poder político de manera patrimonial, es hereditaria. 2) El Nepotismo, los nepotes, son los hidalgos mexicanos. Es muy fácil documentar por la repetición a veces centenaria de algunos apellidos dentro de la política mexicana; 3) Los círculos de amigos establecidos a través de las relaciones familiares y las propias, cuidadosamente seleccionadas por lugar de origen, suburbio y espacio formativo serán muy valiosas para el futuro del político.



No es gratis que en no pocas ocasiones la mayoría de los funcionarios federales hayan sido de alguna entidad federativa o con cierto talante formativo. En estas cofradías se intercambian toda clase de valores y favores (solidaridad, confianza, discreción, lealtad, protección y el negocio). Así como la formación del perfil e imagen pública de los miembros de la hermandad. Entre amigos, los medios y los fines llegan a confundirse, la frontera se borra cuando se transgrede la ley en lucrativo asunto, como en la venta de los activos del Estado.


A los amigos la ley, a los adversarios todo su peso, norma mexicana acuñada por algún político que da origen al “cuatismo”; 4) El padrinazgo es un tipo de relación de base religiosa en virtud de la cual el padrino se compromete a cuidar del ahijado. Esta creación sirve como fundamento en las relaciones políticas, como referente de socialización y cooptación en formación de grupos políticos. Estamos acostumbrados a la idea de que a través del padrinazgo político se obtienen diversos servicios: facilita la entrada a un cargo público y a la política, ascenso rápido en esa carrera, un amparo que los libre de la justicia en caso de necesitarlo, una fuente de préstamos financieros, una agencia de trabajo y en no pocos casos facilita el “braguetazo” para entrar a una élite política. Para Jean Rivelois “el padrinazgo político” opera como un elemento de reconocimiento en la estructura social mexicana, en la medida que los miembros de una familia se asocian casi siempre con referencia a una red política, la cual está dirigida por un “padrino” cuya función principal es promocionar a sus miembros, obtener recursos e intervenir frente a las autoridades para evitar la aplicación de la ley; 5) El compadrazgo (ligado al anterior) permite a través del acuerdo (afirmado o no bajo ceremonia religiosa) consolidar lazos políticos entre dos personas. Es simbólicamente más fuerte a la relación del amigo pero al igual que los anteriores, crea una red de contactos para la protección social de los “cachorros”, que la ley no los alcance nunca jamás; 6) El clientelismo una relación sociopolítica que permite a los políticos mexicanos ser un referente de fondo y forma, en el ejercicio del poder a través de un grupo de presión. El fenómeno de la clientela explica el funcionamiento de los partidos políticos, los sindicatos, las asociaciones profesionales y empresariales, las ONGs. Aunque en la relación clientelar predomina lo informal y los intercambios difusos de corrupción para mantener la cohesión revelan una jerarquía vertical y asimétrica dentro de la estructura del poder en México. Los sindicatos y los partidos políticos son el más claro ejemplo. Así que, si tú estás fuera de estas prácticas de socialización NO eres un político correctamente corrupto.


No quiero terminar dando la idea que no existen en México funcionarios honestos. Gracias a ellos la riqueza mexicana no se ha agotado y nos dan esperanzas al ¡SÍ se puede! aunque los llamen ingenuos, inmaduros y sin aspiraciones. Tampoco despedirme sin decir que la corrupción abrió las puertas a los poderes fácticos. No sólo al crimen organizado (narcotráfico, tráfico de especies, de órganos, pedofilia, prostitución, secuestro, apuestas, tráfico de migrantes) sino también a los empresarios depredadores concesionarios que a despecho de los daños que sus intereses ocasionan a la sociedad, la ecología, la biodiversidad y los ecosistemas eluden sanciones y a la procuración de la justicia. Como ven este mal se agravó, ningún partido político en ejercicio del poder se salva y yo hoy no voy a decirles cómo, esa será otra ponencia. Solo sé que hay bastante hartazgo e indignación.


Fuente: José Gaxiola López

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