miércoles, 2 de enero de 2013

La pobreza extrema en México se incrementa, pero también la riqueza en muchos funcionarios



Por El Rincón del Vago

En nuestro país más del 70% de la población es pobre y el 80% de ellos viven en la pobreza extrema. Muchos pueden ser los culpables de esta situación, el gobierno, las empresas multinacionales, los patrones explotadores y la carencia de trabajos, etc. lo cierto es que nadie se hace responsable mientras nosotros, el pueblo sufrimos las consecuencias.

La falta de educación en México es la raíz de todos los problemas que agobian a nuestro país, incluyendo a la pobreza. La falta de atención que el gobierno pone en los programas educativos, no solo en los de las áreas marginadas, sino también en las áreas urbanas y suburbanas, y que se hace evidente ante el alto número de personas analfabetas y desertoras de escuela, influyen de manara directa en todas las carencias y dificultades que ha sufrido y sigue sufriendo nuestro país.

La siguiente investigación está enfocada hacía estos problemas en forma general. Durante el desarrollo de la misma se compararan hechos y cifras que ocurrieron en el pasado con la situación de crisis actual que vive nuestro país; y, aunque no se intentara buscar una solución, si se plantearan propuestas para ello.
Aspectos básicos de la pobreza
La pobreza hecha realidad en México

La pobreza es definida como aquella condición caracterizada por la carencia de recursos, medios u oportunidades para la satisfacción de las necesidades humanas mínimas, tanto de tipo material como cultural. Cuando se habla de pobreza se hace referencia a un asunto delicado que se vincula de manera estrecha con las posibilidades del bienestar y los horizontes de la democracia.

De ahí que la situación en que viven millones de pobres en todo el planeta sea, quizá el tema que más preocupa a diversos gobiernos que reconocen en el mismo una fuente potencial de desestabilización, violencia y alteración de la paz.

Atendiendo a la definición, el pobre no puede alimentarse, tampoco vestirse ni educarse. Además no recibe atención médica adecuada ni tiene acceso a fuentes de trabajo, al tiempo que su vida afectiva y espiritual tiende a ser reducida.

Aunque hay tantas definiciones como enfoques se hagan de la pobreza, por razones metodológicas resulta conveniente circunscribirla a la carencia de recursos económicos. Aquel que teniendo dinero no se vista ni tenga un albergue adecuado para su familia y que no gaste en educación ni en alimentarse o hacerse ver por el médico, no es un pobre, sino un pobre diablo, un rico avaro.

Aunque uno crea en la formación integral del individuo, en el desarrollo de la vida espiritual y en el disfrute de los bienes de la cultura, pobre es quien simplemente quien por carecer de dinero o medios, su lucha diaria es la satisfacción de necesidades biológicas y sociales mínimas.

La pobreza es, entonces la incapacidad de generar recursos pecuniarios, es una falla para progresar de una manera socialmente aceptable, con el dinero como una especie de vía final común.

Los pobres son muy eficientes en reproducir más pobres y por tanto la ayuda estatal y comunal se diluye en un mar de necesidades insatisfechas. A menudo se dice que "la plata jala plata" lo cual tiene mucho de cierto, pues invierte quien tiene medios; y a la inversa, la pobreza crea más pobreza.

Así, entre más tiempo pase, el problema se hará más severo, como ya se observa el caso de la miseria extrema y riqueza opulenta. En nuestro país. El perfil de bienestar del país se está acinturando al tiempo que engrosa su extremo inferior, ante la mirada indiferente de quienes ocupan el estrato superior.

Si todos los pobres del mundo, que son mayoría, desearan vivir como una "ideal clase media", nos encontraríamos con la ingrata sorpresa de que haría falta otro planeta gemelo de la tierra para satisfacer las necesidades materiales de los moradores de este mundo.

Cada etapa del desarrollo histórico de la humanidad ha tenido un elemento clave de la producción de riqueza: la población para tener mano de obra, el territorio para la extracción de productos primarios o la tecnología para la elaboración de bienes y servicios con alto valor agregado.

Una situación tan grave no puede continuar. La marginación de muchos debe ser atendida de inmediato a través de políticas públicas que verdaderamente atiendan las causas estructurales que concentran la riqueza en unas cuantas manos y generan la pobreza de la mayoría. Ante un escenario de esta naturaleza, en el que la dignidad del hombre tiende a diluirse, es urgente e impostergable que la comunidad internacional reactive sus esfuerzos en favor de una nueva agenda del desarrollo.

Es urgente, sobre todo, que lo haga a la luz del reconocimiento del fracaso de las políticas de combate a la pobreza que se concibieron a partir de la óptica distributiva neoliberal. Si realmente se quiere atender este fenómeno entonces debe trabajarse con toda seriedad. Experiencias recientes, y sobre todo en el caso mexicano, indican que deben evitarse acciones que atienden la pobreza de manera focal y transitoria o con criterios de emergencia. La respuesta la tienen los gobiernos.

Ellos tienen la delicada responsabilidad de diseñar nuevas políticas de combate a la pobreza, políticas que ya no pueden seguirse concibiendo como parte de todo un razonamiento vinculado a la economía de mercado.

En cualquier caso, estas políticas deben partir del supuesto de que la pobreza refleja insuficiencias estructurales que deben ser corregidas desde su base para evitar que en el mediano y largo plazo el hambre, la desnutrición y la falta de oportunidades de muchos, se conviertan en factor de desestabilización social.

La pobreza que padece gran parte de la población es preocupante por su magnitud y persistencia. Los frutos del progreso se distribuyen sin equidad. El costo de las crisis y los ajustes es absorbido principalmente por los sectores empobrecidos de la sociedad.

Las señales más visibles y dramáticas se observan en el desamparo de la población infantil, en los contingentes de jóvenes sin perspectivas, en las familias desintegradas, en la violencia delictiva y en la falta de atención a los grupos más vulnerables.

La pobreza como encuadre de la vivencia excluida de millones de personas, determina la libertad de los que en ella viven al limitarles la satisfacción de las apremiantes e impostergables necesidades que demanda la vida. Esta situación crónica de no libertad propicia una condición que podríamos denominar como esencialmente vulnerable, al verse las personas en la necesidad de realizar diversos intentos de engañarla y superarla.

¿Qué es la Pobreza?

La Pobreza es una situación en que no es posible satisfacer necesidades básicas, por eso la pobreza esta ligada estrechamente al empleo, a los ingresos de trabajo o a la distribución de los recursos o el patrimonio, el analfabetismo y la falta de educación es una de las principales consecuencias de la pobreza.

Puede ser vista, y sobre todo, operacional izada, como infra consumo debido a insuficientes o inestables ingresos.

La pobreza, es uno de los principales problemas socio económicos que enfrenta nuestro país, en especial, en las áreas rurales.

Son muchos los factores y situaciones que generan pobreza, y por ende, medirlos para poder luego formular o diseñar programas que permitan su control, solución o alivio, se ha convertido en la principal preocupación de los diseñadores de políticas sociales y económicas.

¿Qué es ser pobre?

S
er pobre es un término impreciso, con importantes variaciones históricas en cuanto a los niveles de acceso al consumo, la salubridad, la educación y el ocio que definen lo que es la pobreza. Ser pobre tiene un significado determinado por la sociedad en que se vive y su experiencia histórica.

No es lo mismo ser pobre en una sociedad rica, que serlo en un país periférico; también es distinto ser un pobre productivo y autosuficiente, por ejemplo un campesino del tercer mundo, a ser un pobre enteramente dependiente, parasitario, como tienden a serlo los pobres urbanos de los países industrializados.

Lado a lado con la pobreza económica, existe, en paralelo, una pobreza política.

Generalmente los pobres no participan en los procesos de toma de decisiones, tienen dificultades para expresar sus intereses y ser oídos, tienen poca fuerza de negociación. Esta debilidad se acrecienta día con día en tanto que los pobres parecen cada vez menos necesarios. Los pobres (trabajadores de antes eran necesarios); los nuevos pobres (inactivos) dependientes tienen crecientemente como la única carta restante su capacidad de estorbar.

Dentro de su indefinición la pobreza varía en connotaciones; sus significados implícitos y emocionales son también variados y de la mayor importancia. En los últimos años se ha dado un intenso combate ideológico que, una vez más, los pobres parecen haber perdido. Los pobres han perdido su derecho y su posibilidad de ser pobres y lo que antes podía ser una pobreza digna ha sido confundida con la miseria.

Se trata de una pérdida ideológica, de la mayor importancia, pues le cierra a la humanidad entera la única salida posible, la de la dignificación de la pobreza y nos arroja en un camino sin salida; la aspiración fantasiosa a la universalización de niveles de vida basados en el derroche energético y la destrucción del medio.

El cambio de significado de la pobreza es evidente. En los años cuarenta era posible que los actores populares mexicanos presumieran, en sus películas, de pobres. Eran pobres "pero honrados"; eran pobres trabajadores, autosuficientes, dignos. Las películas podían pregonar que el dinero no daba la felicidad y que se podía ser feliz y pobre al mismo tiempo.

Era, evidentemente, un cine orientado a las masas. Amplios grupos de población disfrutaban del amplio reparto de tierras y de los avances de la organización sindical e institucional de los años treinta. Con empleo y un ingreso modesto; con agua entubada y electricidad; con salud y acceso de los hijos al sistema escolar, todo parecía haberse conseguido.

Tratar de obtener más, mucho más, implicaba, en la moral popular, la pérdida de los valores, de la honestidad, en aras de conseguir lo superficial, lo que no garantizaba la felicidad; esta última necesariamente más vinculada a la firmeza de la familia y la comunidad, asentada en el pueblo rural, el barrio urbano o la vecindad.

Tal vez la imagen era idílica. Lo importante es que era aceptada por la mayoría de la población. Se trataba de un cine de masas que no corría a contrapelo del sentido popular. Los que veían la película no se rebelaban ante el mensaje del héroe; parecía aceptable ser pobre, honrado, trabajador, vivir modestamente y ser feliz. Era aceptable, sobre todo, porque era la situación de casi todos.

La misma película se encargaba de explicar las excepciones: los ricos eran los puntos negros del arroz; su riqueza era de origen dudoso; su trato hipócrita e interesado, su comportamiento guiado por las apariencias, su vida familiar sin valores; sus esfuerzos por conseguir lo superfluo y vivir interesados en las apariencias desembocaban en la infelicidad.

El ideal de pobre, era un pobre trabajador y honrado; la vida todavía ofrecía recompensas, modestas desde la perspectiva actual, a la constancia en el trabajo. Ofrecía, por lo menos, trabajo. Pero el pobre ideal seguía siendo pobre y la película no nos imponía un final feliz en el que el pobre dejara de serlo; al final era simplemente un pobre que, a pesar de contratiempos y vicisitudes, podía sentirse satisfecho de si mismo.

La propuesta no era absurda ni novedosa; recogía una herencia de siglos durante los cuales el cristianismo había pregonado la pobreza como ideal. Recordemos aquello de que era más fácil que un burro hablara a que un rico entrara al reino de los cielos. El reino de Dios era para los pobres.

Algunas órdenes religiosas, las menos, todavía recogen esa tradición y sus integrantes aceptan, incluso buscan voluntariamente vivir en la pobreza. Pero ¿de cuál pobreza hablan? De una pobreza que no es miseria, ni hambre; sino simplemente tener una alta satisfacción personal en un nivel de vida modesto, ajustado a lo necesario, y con aspiraciones y logros definidos por valores no económicos.

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